En septiembre de 2023, en Nueva York, se llevó a cabo la “Cumbre sobre los Objetivos del Desarrollo Sostenible”, momento en el cual había transcurrido la mitad del término previsto para el cumplimiento de los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS), declarados en 2015. Como lo define las Naciones Unidas, los ODS son el plan maestro para conseguir un futuro sostenible para todas las personas, y “no dejar a nadie atrás”. Los ODS están interrelacionados entre sí e incorporan los desafíos globales como la pobreza, la desigualdad, el clima, la degradación ambiental, la prosperidad, la paz y la justicia. En el marco de la Cumbre de 2023, la revisión de los ODS dejó gran preocupación debido a que los avances en el cumplimiento de los objetivos y metas se revelan insuficientes de cara a la fecha prevista en 2030.
Según lo explica la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en su “Séptimo informe sobre el progreso y los desafíos regionales de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible en América Latina y el Caribe”, a nivel mundial, Naciones Unidas encontró que, de mantenerse las tendencias actuales, “solo un 15% de las metas se habrán cumplido en 2030”. En el caso de América Latina y el Caribe, la CEPAL estima que, para ese año se habrían alcanzado alrededor del 22% de las metas fijadas. Entre las causas que explican este ralentizado avance hacia el logro de los ODS, la CEPAL menciona el lento crecimiento de las economías, la profundización de las desigualdades -al interior de los países y entre estos-, la inseguridad alimentaria, los impactos de la revolución tecnológica y del cambio climático, mayores costos del financiamiento internacional y, por supuesto, el crecimiento y diversificación de las migraciones.
En el presente análisis me enfocaré en las migraciones y, en particular, en la íntima relación que existe entre estas y el desarrollo sostenible, mostrando cómo la situación de las personas en movimiento a través de fronteras internacionales es un factor determinante para avanzar hacia la satisfacción de los ODS de cara a 2030. Aunque me centraré principalmente en el rol que cumplen los gobiernos en la gestion de los flujos migratorios enmarcada en la Meta 10 de los ODS, mostraré también cómo la respuesta a la movilidad humana, como fenómeno global, es un factor determinante para la satisfacción de distintos objetivos y metas del desarrollo sostenible.
¿Por qué las migraciones importan?
En primer lugar, las migraciones son tremendamente relevantes por sus dimensiones cuantitativas. Si bien la Organización Mundial para las Migraciones (OIM) afirma que la gran mayoría de las personas vive en su país de nacimiento y no cruza una frontera internacional, no debe perderse de vista que la migración internacional es cuantitativamente muy representativa y que ha venido en aumento a lo largo de los años. De acuerdo con la División de Población del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas (UN DAES), se estima que en 2020 el número de migrantes internacionales en todo el mundo era de casi 281 millones, frente a 173 millones en 2000 y 221 millones en 2010. La proporción de migrantes internacionales en la población total aumentó del 2,8 por ciento en 2000 al 3,2 por ciento en 2010 y al 3,6 por ciento en 2020, dado que el número de migrantes internacionales creció más rápido que la población mundial. La mayoría de migrantes internacionales reside en Europa (87 millones), seguida por Norteamérica (59 millones) y el Norte de África y Asia Occidental (50 millones).
Ahora, no todas las personas se mueven de sus lugares habituales de residencia por los mismos motivos. Según el mencionado informe de UN DAES, “los desplazamientos forzosos a través de las fronteras nacionales han seguido aumentando”. Entre 2000 y 2020, el número de personas que cruzaron fronteras internacionales huyendo de conflictos, persecución o violaciones de los derechos humanos se duplicó de 17 a 34 millones. Por su parte, en 2020, los refugiados y los solicitantes de asilo representaban el 12 por ciento de la población mundial de migrantes, en comparación con el 9,5 por ciento, dos décadas antes. La heterogeneidad de razones que impulsan a las personas a migrar es un aspecto clave a tener en consideración al momento de diseñar e implementar las políticas de respuesta al arribo de personas a los países, bien sea de tránsito o con vocación de permanencia.
Además de estos datos sobre los migrantes en el mundo y la proporción de quienes se mueven de manera no voluntaria, el informe de UN DAES de 2020 deja también otros “mensajes clave” entre los cuales se destacan los siguientes: “la mayoría de las personas refugiadas del mundo están alojadas en países de ingresos bajos y medianos”; “casi dos tercios de todas las personas migrantes internacionales viven en países de ingresos altos”; “la mayoría de los migrantes internacionales del mundo vive en un pequeño número de países”; “las mujeres y las niñas representan el 48 por ciento de las personas migrantes internacionales” y “la mayoría de las personas migrantes internacionales están en edad laboral”. Finalmente, se afirma que “la mayoría de los países tienen políticas para facilitar una migración ordenada, segura, regular y responsable”.
Todas estas afirmaciones denotan que el conocimiento detallado de los contextos migratorios y de la caracterización de quienes que se mueven entre fronteras resultan determinantes para el diseño e implementación de cualquier política de respuesta por parte de los gobiernos. Las anteriores consideraciones explican, asimismo, que la gestión de las personas en movimiento, independientemente de las razones que motiven sus desplazamientos, es una ficha infaltable en el tablero de la discusión sobre el desarrollo, aspecto que abordaré en la siguiente sección.
¿Cuál es la relación entre las migraciones y los ODS?
La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible (Agenda) está integrada por 17 ODS y 169 metas. La principal referencia a las migraciones en la Agenda se encuentra en el ODS 10 sobre “Reducción de las desigualdades” y, en particular, en la meta 10.7: “Facilitar la migración y la movilidad ordenadas, seguras, regulares y responsables de las personas, incluso mediante la aplicación de políticas migratorias planificadas y bien gestionadas”. Esta meta evoca al “Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular”, aprobado por la Asamblea General de Naciones Unidas en 2018.
La meta 10.7 no es el único lugar de la Agenda que incide en la situación de las personas migrantes, así como de las comunidades receptoras y gobiernos de los países de origen, tránsito y destino. De hecho, si comprendemos la migración como una situación que atraviesa las vidas de quienes se mueven entre fronteras, es posible constatar que, para la satisfacción de casi la totalidad de los ODS, la respuesta a las migraciones resulta, no solo pertinente, sino necesaria. La relación entre migraciones y ODS está presente en los siguientes objetivos: “Fin de la pobreza”, “Hambre cero”, “Salud y bienestar”, “Educación de calidad”, “Igualdad de género”, “Agua limpia y saneamiento”, “Trabajo decente y crecimiento económico”, “Ciudades y comunidades sostenibles” y “Paz, justicias e instituciones sólidas”.
En cuanto a la manera en la que ocurren las migraciones, no cabe duda de que es altamente deseable que las personas crucen las fronteras de los países por las vías regulares y cumpliendo con las disposiciones sobre ingreso y permanencia que cada uno de estos establece, de acuerdo con su soberanía en materia de extranjería. Pero, muy a pesar de esto, la realidad nos muestra que las personas no siempre pueden acogerse a estos requisitos y, no en pocas ocasiones, acuden a vías irregulares, las cuales les exponen a situaciones de vulnerabilidad y riesgo. Esto es especialmente cierto cuando la migración obedece a factores de persecución, violencia, violación de derechos humanos o degradación ambiental, entre muchas otras causas de migración no voluntaria.
Como bien lo explica la OIM, la migración puede responder a situaciones de crisis y deficiencias en el desarrollo. Es decir, un desarrollo socioeconómico precario debido, por ejemplo, a la falta de oportunidades de empleo, la exclusión social, la discriminación o la falta de acceso a servicios sociales, pueden motivar la decisión de una persona de abandonar su país de origen. A su vez, la migración tiene un gran potencial para contribuir en el cumplimiento de objetivos y metas del desarrollo, a nivel individual de las personas que se desplazan, las comunidades con quienes conviven y los gobiernos, nacionales y subnacionales.
Por lo anterior, es clave, en primer lugar, no estigmatizar la migración irregular. Esta puede obedecer a factores estructurales que no están bajo el control de quiénes migran ni está en sus manos la posibilidad de resolverlos, como pueden ser la existencia de gobiernos autoritarios, la desigualdad social, la pobreza, la violencia o los conflictos. En segundo lugar, y como consecuencia de lo anterior, es imperioso que los gobiernos adopten políticas adecuadas para que las personas puedan regularizar su situación jurídica y procurar un proyecto de vida digno en el país en que se encuentren, aspecto que retomaré en la siguiente sección. En palabras de la OIM, “Los ODS, y el compromiso de no dejar a nadie atrás y de ayudar a los más rezagados, no se lograrán sin que se tengan debidamente en cuenta las cuestiones migratorias”.
¿Cuál es el rol de la gobernanza migratoria en la reducción de las desigualdades?
El avance hacia una movilidad segura, ordenada y regular, prevista en la meta 10.7 como parte de la “reducción de las desigualdades” (ODS10), requiere de una gobernanza adecuada, estratégica y efectiva de los flujos migratorios. La gestión de las migraciones demanda un conjunto amplio y diverso de acciones institucionales, que implica a los gobiernos en sus distintos niveles (nacionales y subnacionales). Se requiere también del involucramiento activo y coordinado de todos los sectores gubernamentales cuyas competencias legales tienen que ver con la respuesta a las migraciones, tales como: salud, trabajo, vivienda, industria, género, familia e infancia, justicia, migración y extranjería, por mencionar algunos.
Entre las acciones institucionales para la respuesta a las migraciones, se pueden enunciar: regularización migratoria y acceso a documentación, integración socioeconómica, lucha contra la xenofobia y manifestaciones discriminatorias, fomento del trabajo formal en igualdad de condiciones con los trabajadores nacionales, acceso a servicios sociales, protección de derechos con enfoques diferenciales, lucha contra la trata y tráfico y protección efectiva a sus víctimas. Posibilitar la migración ordenada, segura y regular, implica la adopción de normas y el diseño e implementación de políticas que permitan a las personas regularizar su situación jurídica. Contar con un estatus migratorio regular, por ejemplo, favorece las posibilidades de acceso al trabajo formal y decente, a la educación en sus distintos niveles, a la salud y seguridad social, a una vivienda en condiciones de dignidad y a la justicia para la protección de sus derechos. Todos estos, aspectos que son, a su vez, ODS de la Agenda 2030, según se discutió en la sección anterior.
La gobernanza de la migración, además de comprometer a los Estados (y sus gobiernos), convoca también la concurrencia de esfuerzos a nivel regional y global, siguiendo el trazado mismo de los trayectos migratorios de quienes se desplazan. Las migraciones internacionales, por su naturaleza transfronteriza, ameritan un manejo coordinado, más allá de las fronteras nacionales de un país. La respuesta de las autoridades (nacionales, subnacionales y supranacionales) a las migraciones requiere, a su vez, instrumentos normativos, nacionales e internacionales, capaces de responder a las necesidades e intereses, no siempre alineados, de las personas en movimiento, los gobiernos y las comunidades receptoras.
En este complejo tablero de intereses, los espacios de discusión, concertación y cooperación entre gobiernos, así como de actores internacionales relevantes, son necesarios para construir políticas de respuesta a las migraciones coordinadas, de más largo aliento y con mayor impacto. Las medidas de Estados enfocadas en la persecución, criminalización y contención de las personas en movimiento, en ocasiones solo incrementan los riesgos, violencias y costos de dichos desplazamientos, exacerbando la situación de vulnerabilidad que ya enfrentan las personas migrantes.
Finalmente, en línea con el Marco de la gobernanza de la Migración de OIM, un Estado avanza hacia una migración humana, ordenada y beneficiosa para las personas migrantes y la sociedad cuando: (i) se adhiere a las normas internacionales y es respetuosa de los derechos de las personas migrantes, (ii) formula políticas empíricamente sustentadas y aplica un enfoque que integra a todas las autoridades relevantes, y (iii) construye asociaciones duraderas con los actores relevantes para gestionar las migraciones.
Conclusión reflexiva
La conexión existente entre migraciones y desarrollo sostenible, a la luz de la Agenda 2030, es inescindible y, de ahí, la relevancia de tomarse en serio la gobernanza migratoria. La satisfacción de la reducción de las desigualdades, y de los demás ODS, requiere la concurrencia de las personas migrantes, así como de las comunidades y gobiernos receptores, bien de tránsito o destino, e incluso, de los países de origen.
La respuesta a las migraciones es un desafío complejo que reta permanentemente a todos los actores de la sociedad y a la cual, definitivamente, no se le puede dar la espalda. Las migraciones fluyen y se reconfiguran constantemente, pese a las medidas de contención y persecución que a veces parecieran brotar vorazmente en distintos puntos del globo. Es claro que ni los muros altos, ni las alambradas punzantes, ni los mares embravecidos, ni las selvas inhóspitas han podido impedir las migraciones. Entonces, como sociedades civilizadas y democráticas que somos, construidas sobre el derecho y reconocedoras de los derechos de las personas, no nos queda otro camino que la gestión activa y propositiva de las migraciones, desde un enfoque humano y de derechos, respetuoso de las diferencias. No digo que sea fácil, pero es un imperativo ineludible e inaplazable.